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Entradas

En la Universidad

La primavera florecía entre los árboles del paseo universitario, el polen entraba en los corazones revolucionados de profesores y alumnos de forma furtiva, enloqueciéndonos a todos con esa chispa que solo el preverano es capaz de despertar. Las ventanas estaban recubiertas con esas celosías de cemento que todos los filólogos y periodistas valencianos conocen. Y yo me encontraba en una de esas tediosas clases que bien saben los Dioses, por qué solo a mi me interesaba la hermeneútica y el círculo lingüístico de Praga. Escuchaba al profesor de Teoría de la Literatura, famoso en todo el Campus por su forma de desviarse del temario con tórridas aventuras y desventuras de su juventud. Así me encontraba cuando J.L. Halcó comenzó con su aleatorio "a mi me pone María Teresa Campos... tiene un puntito sado que me encanta..." pasando por su "pues yo me saqué el carné de conducir solo para salir a ver las estrellas con mis ligues..." y un "copien ustedes el siguiente ...

Bandera blanca

Me hubiera encantado que esta entrada fuera de nuevo una tórrida brisa de verano, para hacer las delicias de los más exigentes, pero hay días en los que simplemente algunas queremos enredarnos en una sábana blanca por bandera, que nos defienda del mundanal ruido de las redes de araña que nos atrapan cada día. Así pues, hay días en los que las lágrimas invaden inesperadamente tus ojos, sin saber muy bien de dónde salieron, cuando las heridas ya parecían curadas. Una abre una ventanita y lee entre líneas, abre de nuevo y por más que espera la brisa de verano solo se encuentra con un gélido aliento siberiano. Y es que el océano es así, cuando las corrientes vienen encabritadas no pueden traer más que naufragios. Menos mal que me quedaba una bandera blanca en la refugiarme, cuando ya me tenía por buscadora de tesoros, de los pedacitos que saltaron por todas partes, me encuentro con una última estocada. Y a volver a enfrentarse a las olas, a la tormenta, a las astillas de este barco que ha...

Una noche de Febrero

Quédate. Y finalmente me quedé, envuelta en el calor de sus brazos, mecida por las olas de sus sábanas. Me quedé, presa de un miedo que temía por la propia perfección de nuestros cuerpos volando al compás de sus gemidos. Cerró la puerta mirándome fijamente y después volvió a mis labios. Aquella locura sin nombre hacía que sus manos se apresuraran hacia las capas que me cubrían, como si mi cuerpo quisiera esconderse ante la evidencia de que no habría más piel que su pecho sobre el mio, ni verdad más verdadera que el corazón desbocado con el estallido del universo entre mis manos. Solté la pesada maleta, que se quejó por última vez aquella noche, cayéndo absolutamente muda al suelo. "Soy una dama de buenas formas, eso soy, una buena chica que toma el té a las cinco, como las niñas bien. Realmente no debería continar por ahí..." pero ¿quién sería capaz de decirles a mis manos que solataran su regalo más deseado? Reclamamos la cama como territorio propio, pero no s...

La amiga exótica

Ana y yo estamos tumbadas en la cama, a punto de cerrar los ojos, con la modorra de las tantas de la madrugada. Sus manos cominenzan a deslizarse por mi cadera, despacio...mi boca se entreabre y dejo salir de ella un suspiro. Mi cuerpo se relaja y dejo que ella comience con las labores de costura, con bordados y pasamanería sobre mi pecho. Posa sus labios sobre mis orejas, besa cada rincón de mi cuello y me susurra: "Cielo, ¿sabes que algún día tus amigos te preguntarán qué hacemos en la cama?". La miro y levanto una ceja, me pongo a recordar esos momentos aislados, en los que una amiga determinada me pregunta cosas del estílo. "Cariño, eso ya ha pasado y no ha sido para tanto." Le respondo tranquila. "No, no, yo me refiero al grupo entero de tus amigos" contesta velozmente "ahora eres la amiga exótica, cuenta con que un día cualquiera, tomando café, todos tus amigos se pongan a hablar de sexo. Llegará tu turno y esperarán que digas algo, se te queda...

¿San se acabó?

El baile de papelatas ha terminado. Reflexionamos, pasamos grandes nervios y finalmente... nos ahogaron las gaviotas. Ni que decir tiene que no soy una experta en política, ni pretendo serlo, de hecho me evadí del mundo durante unas horas para hacer algo más hermoso y constructivo con mi vida: escribirle a mi chica. Bueno, pero tarde o temprano hay que salir de nuevo a la realidad y encontrarse con el azul, que camufla águilas y demás bestias nacionales que pretenden que nos suba patriotismo y el orgullo de ser español, intra venoso.  Ya sabemos que a partir de ahora España es una, católica, apostólica, hetero y sin derecho al aborto. No soy activista, pero sé lo que no quiero. Recuerdo todavía con ilusión y añoranza mis años universitarios, cuando una buena mañana, después de muchas notícias e incertidumbre llegó en portada un beso: el primer matrimonio gay en España. En filología hay una gran comunidad de personas homosexuales, que ya lo decía mi madre, mi padre y mi hermano: ...

Esa sutil diferencia

Aún a riesgo de enemistarme con todos los hombre del planeta, he decidido publicar esta entrada. Lleva mucho tiempo dándome vueltas en la cabeza, básicamente es una recopilación de varios chistes malos y quejas de algunas amigas (y alguna que otra mía) acerca de los hombres. Me complace decir que NO TODOS sois así, así que antes de odiarme y llamarme feminazi, tomaos esto con humor y puede que como una guia de todo lo que NO hay que hacer. Tengo que darle las gracias a todas las chicas que me han ayudado a escribir esto y como siempre, a mi chica. Os quiero. Cae la madrugada del sábado y Rosa espera impaciente aquel momento. Su pelo cae sobre su espalda desnuda, cual ninfa provocativa cerca de un hermoso lago. Las sábanas de la cama de su novio, blancas como el más casto camastro de hospital, le cubren la mitad del cuerpo y suben y bajan al compás de su respiación. Roberto la mira con avidez desde la puerta de la habitación y visualiza cada poro de su piel en contacto con su novia. ...

Atreverse

Amar es bonito, salen mariposas de colores del estómago, las manos se te van al cuerpo de la persona amada, los ojos parecen brillar con luz propia y los pies presentan una tendencia a pisar unas nubes que solo existen para la enamorada. Un gesto, una palabra del ser objeto de adoración es una ventana a la felicidad más absoluta, al séptimo cielo, allá donde el coro de ángeles celestiales cantan su nombre. SU NOMBRE. Al principio cuesta admitirlo, porque en el fondo sabes que esa cara de idiota morfinómana te delata. Así que después de la décima persona que te pregunta "¿quién es el afortunado?" respondes: "Es él". Embelesas el aire con tu descripción del objeto de tu devoción, lo presentas a papá y mamá, contándoles que es todo un caballero de los que acompañan a casa por las noches, echándote por encima su levita nada más salir de su coche. No admites una crítica de tu novio. Es un ser absolutamente per-fec-to. Y aunque solo sea así para ti, eso va a ser suficien...