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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Los susurros de la Diosa, primera parte.

Tanit   Una mañana te levantas con un nombre ancestral en la mente. No sabes quién lo puso ahí. Estaba tan dormido que apenas recordaba como se sentía en mi garganta. Sonaba profundo y misterioso, como el eco lejano de un sueño que fue, la duermevela de la poetisa en trance, que renace a sus melodías lejanas. El humo del incienso trepa por las paredes de cualquier habitación de muebles contemporáneos. Ya no hay un altar de piedra, esas guardianas de los misterios, que sostienen el espacio sagrado. Aquellas piedras por las que murieron tantas. Y otras tantas que estarían dispuestas a morir, golpe a golpe. Mi mesa de escritorio se llena de ofrendas, de forma improvisada, velas, grano, flores. Versos de evocación fluyen entre mis labios. De un verde intenso. Mis manos tiemblan cuando las alzo hacia el cielo para recibirte en mi altar. Tu nombre, profundo y antiguo se manifiesta en mí, vibra en mi garganta. Me permito llamarte y dejo tu nombre envolviendo la habitación. Señora de tod

La cocina

En la cocina en la que tantas horas han pasado generaciones de mujeres, frente al calor de los fogones, esta vez algo más modernos que antaño, con un par de microondas y varias tazas de té en proceso, respiran cuatro mujeres. Se miran unas a otras y se dan ánimos, porque una de ellas ha decidido denunciar por maltrato psicológico a su marido, tras años de empequeñecerla y arrinconarla, ella ha conseguido echarle de su vida y dejar de morderse las uñas (esto ha venido solo, tras la primera decisión). Se ha levantado de su estado de letargo, de esposa dormida y sumisa y ahora está luchando por que le reconozcan todos sus derechos con respeto a la custodia de su hija. Un hombre más, que irá a buscar a otra a la que anular, pero ya no será ella. Y no hay rituales, ni hay incienso, solo el aroma de las infusiones, el sonido de las ollas chocando mientras una de nosotras se encarga de adecentar la cocina, pues nos hemos pasado el día haciendo cosas más importantes: nutriendo nuestras ment

Desayunando: de cómo dos mujeres se despiertan por las mañanas

Como parece ser que las entradas más picantes son las que más os gustan, allá voy... ¡luego no os quejéis! Los rayos de sol se pelean con su melena por las mañanas, se enredan entre besos y caricias. "Buenos días". Hacen el esfuerzo de levantarse, dejan la costura para otro momento, pues el día comienza y como diría Shei "cariño, tenemos que hacer cosas". Una más marmota que la otra, más que nada porque a veces a alguna se le hace de día con el encaje de bolillos, abandonan la cama entre bostezos. Delante de la pantalla del ordenador Ana trabaja en su libro, mientras Shei se pone a hacer el desayuno para las dos. El olor a café de buena mañana siempre la ha despertado, mientras las tostadas se calientan, y antes de toparse con la rutina del mundo, Shei se permite columpiarse en sus deseos. El azúcar se deshace en sus caderas, endulza cada centímetro de su piel. Al moverlo con la cucharilla, una espesa espuma dibuja el contorno de sus pechos. Del mismo color que