Ir al contenido principal

Las niñas bonitas no pagan dinero.


Eso me dijo el barquero al cruzar con su barca. Y mi madre también. Un día por casualidad, al borde de mi adolescencia, supongo que ansiada, un hombre bastante más mayor que yo intentó acercarse demasiado a mí. Yo no entendía muy bien qué ganaba dicéndome lo bonita que era porque aquella tarde había decidido ir vestiada a una boda de unos amigos de mis padres de teciopelo azul. Ciertas curvas insinuantes que ya aparecián en mi cuerpo debían darme un aspecto deseable que no alcanzaba a entender. Por un momento resultó halagador. Un señor me decía cosas bonitas hastaque se acercaban los adultos y se alejaba. De nuevo venía, cuando sirvieron el vino, con una brillante copa de ganas de susurrarme al oído. Y así, con éste vaiven transcurría la tarde.

Supongo que así se sentía caperucita acercándose al lobo. Y el hecho de ver cómo éste señor se alteraba cuando mis padres venían me hizo entender que algo no era correcto. Bien podríamos decir que me hacía sonreír. ¿Qué había hecho yo para recibir tales atenciones de un adulto? Ésto no sucedía a menudo porque a mi edad era tan interesante para un adulto como un ladrillo. Pero llegaron los segundos platos, los postres y el individuo siempre encontraba la manera de seguirme. A aquellas alturas ya empezó a cansarme el juego de las sensaciones incómodas. Le empecé a hablar de libros. Le pregunté si quería charlar y me dijo que nunca había cononocido a una chica de mi edad con la mente tan despierta. Sus ojos perspicaces pasaron de su copa de vino a mi cuerpo de nuevo. Y de nuevo me preocupé. Me dijo que si había leído a Tolkien no tardaría en leer otras cosas más interesantes. La conversación se intercabala con un punto de malicia difícil de identificar.

Y llegaron los juegos de niños. Uno de esos animadores infantiles nos puso la música tan alta que el individuo parecía molesto. Mis padres me vigilaban y a la vez mi hermano me daba la paliza porque se aburría con las canciones y los juegos. El señor trató de persuadirme de que, como la casa de la abuelita estaba lejos y el camino era largo, me tenía que acompañar por otro lugar. Y de aquellas mi madre apareció con una tía y le pidió al susodicho que se alejara de mí. El individuo se fue, perdiéndose en el bosque y murmurando mientras se iba que la culpa es de los padres por vestirlas como las visten.

De camino a casa, ya con mi hermano duermiéndose en el coche y las luces de la carretera encendidas en su itinerante baile, me puse las manos sobre mi vestido nuevo. Era mi primera prenda sin lazos, ni volantes, ni dibujos. Aquel vestido era literalmente un trofeo, un signo de victoria de terciopelo azul. Por supuesto, se adaptaba a mi cuerpo y eso me encantaba. Nada de figuras geométricas de los noventa con colores terribles. Aquello era ropa adulta y palabras mayores. Cuando llegamos a casa y me lo quité y ya en pijama, con mi hermano durmiendo, mi madre vino decirme algo que me ha marcado a lo largo de estos años: "Tú no necesitas que un hombre, da igual la edad que tenga, te diga que eres guapa. Eres guapa y lo sabes. Y nunca dejes que un tío te compre con palabras y gestos. No necesitas a nadie para ser tú". No es que haya vivido demasiadas escenas de serie americana con fundidos en negro. Pero sin duda aquel sería uno de esos momentos filmables.

A día de hoy, y puede que se me haya olvidado en algún momento, sé quién soy. Empezando porque soy un desastre. Me cuesta mantener la ropa organizada. Tecleo mal y cometo errores tipográficos porque mi cerebro vuela y mis dedos a veces son muy lentos. Soy soñadora, me distraigo con facilidad. Amo charlar y narrar con todo lujo de detalles lo que me pasó cuando subí al autobús por la mañana. A veces hasta describo en mi mente todo lo que sucede y no me importa no tener espectadores. Cuando era pequeña jugaba con un teclado viejo y escribía en mi cabeza y dibujaba renglones imaginarios. Me gusta cuidar de las personas, es fácil engañarme y hacerme sentir pena. SI te sientas a mi lado es probable que te trainga un té o café. Una vez lloré porque cerré la ventana con mucha fuerza y maté un caracol sin querer. Miro por la ventana y pienso en qué puedo hacer por la gente sin hogar y los perros callejeros. Pero sería capaz de arrancar la cabeza a quien estropea el mundo llenándolo de injusticias. Adoro acertar con los regalos y aunque a veces sea un despiste con mis amistades de hace años y no les escriba con mucha frecuencia, pienso en qué cosas les haría felices.



Y cambiando de párrafo para darle más dramatismo a la vida, pues me encanta ponerle música y drama a la vida te diré que sé que tengo un cerebro brillante. No eminente, ni formado en números. Pero soy capaz de responder dudas y buscar en google cómo reparar un router mientras pienso escucho música y canto. Sé encajar las malas notícias con un té y una sonrisa aunque por dentro esté muríendome y desahaciéndome en pedazos. Es mejor sonreír y guardar las lágrmas para luego. Así lo aprendí en el colegio. Y sé que soy guapa. Pero si éste amalgama que es mi persona, se resume en ser guapa, lo siento, pero como me dijo mi madre, mi sonrisa no se compra y no voy a sentirme mal por ser un encato. Aprendí a no necesitar a nadie que me diga que estoy bonita o que tengo buen cuerpo.

Aunque dicen que las niñas bonitas no pagan dinero, yo prefiero llevar mis propias monedas, así que gracias por el ofrecimiento, pero mejor me quedo con mi puzzle de virtudes y defectos y me subo yo sola en la barca. Y le pago a Caronte y si hace falta me pongo a remar yo sola en mi barca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ocho de Marzo, reflexiones con Virginia.

"Las mujeres han servido todos estos siglos de espejos que poseían el poder mágico y delicioso de reflejar la figura de un hombre el doble de su tamaño natural." Virginia Woolf, Una Habitación Propia. Amaneció un ocho de Marzo algo gris. La tentación de unirme a la huelga y no ir a la oficina fue tentadora.  Pero a medida que el día avanzaba, el día Internacional de la Mujer se convertía en algo más diverso, más multicolor y difuso. El Sol pintó la oficina hacia el mediodía y algunos compañeros de trabajo aparecieron con tulipanes para todas las mujeres. Algunas han dibujaron una sonrisa y otras continuaron con lo que estaban haciendo sin darle mucha importancia al gesto. El debate está abierto, como cada año. Que si el día de las mujeres son todos los días. Que si eso es un invento de cuatro feminazis-quemasujetadores. Que si para qué celebramos ésto, si mañana todo será igual. ¡Oh! y éste año he escuchado la novedad de "¿y para cuándo un día Internacional d...

El lenguaje femenino

C.llega al trabajo tras semanas de insufribles campañas y horas extras. No tiene demasiadas motivaciones, de hecho siempre está quejándose del bajo sueldo y de la explotación. Pero hoy llega más animada, hoy está realmente con ganas de pisar la sala de personal. Dejará allí su chaqueta, hará volar su ondulada melena por encima del esa camiseta que ha elegido con tanto cuidado. Por que por fin, C. va a invitar a su compañera J. a tomar un café. Muy bien, ya tiene decididas las palabras. Será directo, claro, sin rodeos, pero sin mostrar demasiado interés, tan solo como se supone que las amigas se invitan a tomar café. Va de frente, saliendo de la sala de empleados, ya sin la chaqueta, y la mira y sonríe y...como ella está mirando hacia la puerta, ella decide esperar. "Quizás no sea el momento", se dice con impaciencia. Mejor esperar a que que J. le haga el típico comentario de "estás muy guapa hoy...". Aunque claro, después de verla resoplar por tercera vez y mirar a...

Porque ellos heredarán mi reino

Ellos y no otros. Hoy me ha dado por echarle un vistazo a varios pasajes bíblicos en busca de las razones por las que la iglesia ha decidido que los homosexuales no heredarán su reino. Que vale, estaría muy bien heredar el piso de mis padres, que ni siquiera es totalmente de ellos, mide 50 metros y está para reformar. No voy a soñar con un reino entero a repartir con el resto de habitantes del planeta Tierra. ¿Y cómo es eso de que Dios va a dejarnos herencia? ¿Cuándo, el día de su propio juicio final? No me convence. Pero aún así, y como la vivienda está cara, me he puesto a investigar. No os voy a contar nada nuevo, todos sabemos que el catolicismo condena respirar por la boca cuando se supone que se debe respirar por donde ellos dicen. Da igual que estés constipado, Dios lo condena. Y me recuerdo a mí misma, preguntándole al cura, mientras me confesaba con 7 años, que por qué tenía que ir al infierno por pegarle a mi hermano, si él me había metido antes el dedo en el ojo. "Pu...