C.llega al trabajo tras semanas de insufribles campañas y horas extras. No tiene demasiadas motivaciones, de hecho siempre está quejándose del bajo sueldo y de la explotación. Pero hoy llega más animada, hoy está realmente con ganas de pisar la sala de personal. Dejará allí su chaqueta, hará volar su ondulada melena por encima del esa camiseta que ha elegido con tanto cuidado. Por que por fin, C. va a invitar a su compañera J. a tomar un café. Muy bien, ya tiene decididas las palabras. Será directo, claro, sin rodeos, pero sin mostrar demasiado interés, tan solo como se supone que las amigas se invitan a tomar café. Va de frente, saliendo de la sala de empleados, ya sin la chaqueta, y la mira y sonríe y...como ella está mirando hacia la puerta, ella decide esperar. "Quizás no sea el momento", se dice con impaciencia. Mejor esperar a que que J. le haga el típico comentario de "estás muy guapa hoy...". Aunque claro, después de verla resoplar por tercera vez y mirar al mostrador de la izquierda, mientras con la mano derecha se aparta un mechón de pelo de la cara...C. ya no sabe si es el mejor momento.
Aunque, quizás, lo que C. debería hacer es saludarla, sin más, ya que lleva como diez minutos frente a ella, mirando sus gestos sin llegar a atreverse a darle los buenos días. Sería un buen paso, sí. Bien, buena idea. C. da un paso firme. A J. se le acerca un cliente. Vaya. Se tira como quince minutos atendiendo a un tío que seguramente solo se estaba acercando a ella porque es monísima. Y porque hoy está guapa. Mucho. Además, no ha comprado nada. A C. le entran ganas de matar a cualquier tío que se le acerque a J. a menos de 10 metros a la redonda...no, no, no. Apenas se conocen. Solo con compañeras de trabajo. Vale, que se sonríen mucho. Y se miran, constantemente. Pero el primer paso es un café, una charla animada y quizás algún comentario del estilo "ostras, el otro día salí con mis amigos por el ambiente y me lo pasé genial... me entró una chica guapísima". Sí, de hecho ese va a ser el comentario perfecto mientras da un sorbo a su taza de café. Que ella esté felizmente casada no ayuda, de hecho ¿qué cuento de hadas ha acabado con un "y la mujer felizmente casada dejó a su marido para irse con una chica más joven y más pobre, de la estaba tremendamente enamorada"?
Bueno, todos merecemos nuestro final feliz. C. la mira de nuevo y observa como J., a través de sus espesas pestañas la mira con descaro, con encanto, con picardía y deseo. Sí, es deseo eso que C. ha advertido en su mirada. Pero ¿y si se equivoca? No, no puede ser. Acaba de torcer la cabeza y girar el cuello. Se lleva el dedo índice a sus labios. Se muerde una uña. Mira nerviosa el reloj. Y esa caída de ojos de nuevo, como si todo el peso del mundo cayera sobre ella. Suspiros y más suspiros, que se funden entre los pasos de clientes que van y vienen, con el sonido de la calefacción y el hilo musical. Sin duda es el momento. Está sonando "it must have been love" de Roxette. Da un paso, ahora que la zona de su mostrador está despejada. Otro más. El corazón le va a dar un vuelco a C. "¿Oye, te apetece tomar un café?" se repite mentalmente, mientras piensa en lo fácil que es soltarlo sin más.
¡No! J. ha vuelto a resoplar. C. desvía su trayectoria y hace como que mira el precio del perfume más cercano a J. Y C. dice en voz alta, mientras su compañera la mira extrañada, "Por fin, por fin un precio asequible para esta botella tan...¡oh, mira, si además trae el body milk!" Cuando se quiere dar cuenta está mirando un lote de colonia Nenuco con un baberito y un patito de goma de regalo. J. trata de disimular el hecho de poner los ojos en blanco y sonreír para sí misma.
C. vuelve a su puesto de trabajo, mientras las miradas siguen su curso y su cauce. El cuento de colorín colorado aún no se ha acabado, y lo que C. no sabe es que J. lleva meses observando sus caras de agobio. Lleva midiendo cada uno de sus silencios como si ella misma fuera su propio metrónomo. Ha imaginado cientos de veces esa sonrisa despistada, esa melena agitarse al compás de cada una de sus caras de espanto cada vez que un tío le entra. Ha visto su complicidad silenciosa cuando una abuela agobiante se le acerca a joderle la mañana. Y cada vez que atraviesa la puerta del trabajo, cuando se pone los zapatos por la mañana al salir de casa, lo hace ilusionada, olvidando lo infelizmente casada que está. Soñando con mirar sus divertidos gestos de dulce torpeza y sus despistes cada día. J. no sabe si C. la mira igual, pero aquella mañana, con sus mejores tacones y la sonrisa mejor pintada, había decidido algo. Incluso con aquel plasta que se tiró quince minutos para no comprar nada. Lo llevaba pensando nada más y nada menos que dos meses. Esa mañana, J. invitaría a C. a tomar un café.
Igual existe algún cuento en que la chica mayor y casada, deja a su pareja por otra más joven y con menos dinero ;)
ResponderEliminarMe Encantaa :P
ResponderEliminarEsta super como escribes!!! :)
Anónimo: sí, igual existe algún cuento que acabe bien :P
ResponderEliminarEliana: Gracias, seguiré escribiendo para haceros pasar un buen rato, aunque sea.