Hoy se celebra el día del Orgullo LGTB. Mucha gente se ha planteado si a estas alturas de la película aún nos hacen falta este tipo de reivindicaciones. Me encuentro en un momento en el que no le puedo pedir mucho más a la vida. En mi familia hemos conseguido criar a un niño hermoso con el que celebramos cada paso y cada logro. Estamos hasta este punto felices con nuestra familia tal y cómo es. Salir al mundo exterior ya es otra cosa.
Viene la cita del pediatra. Le toca al niño la revisión y de nuevo las preguntas incómodas. Se parece a la madre. Yo soy la madre en ese momento. Me preguntan cómo era de bebé y respondo, le cuento a la doctora todas sus costumbres, constantes vitales y cómo le va en el colegio. Hablamos de qué y cómo come. Contesto. Y me pregunta qué tal fue el parto y si me atrevo a tener otro. Me felicitan por mi cuerpo y mi apariencia juvenil y me empujan a vivir la maternidad de nuevo. Lo que no saben es que las contracciones de mi hijo han sido las tarjetas del día de madre, del cole. Mi hijo llegaba y a escondidas en casa añadía mi nombre a la tarjeta junto con el de su otra madre. Porque está bien decir que madre no hay más que una. Pero a veces las mujeres somos diferentes. Las contracciones son las veces que mi hijo me apretaba la mano con miedo o me daba un abrazo porque tenía que decir que era su tía.
Parirás con dolor, decían. Lo que no nos han contado es que con todo este derecho al parto, a amantar y todos lo demás, nos robaron la lactancia mental y nos cortaron el cordón umbilical del corazón. A veces ser madre no es solo parir. Y conmigo vienen un montón de madres del alma, literarias. Yo le he enseñado a mi hijo que mi pecho siempre estará abierto para cuando tenga un mal día y necesites un abrazo y espero que de verdad me perdone mis fallos.
A veces criar no es solo tener el mismo adn en las pestañas, sino saber qué ropa elegiría tu hijo y qué no se pondría. Es abrirle las puertas de casa cuando se caiga y se equivoque. Nos han engañado, señoras y señores. Nos han contado algo muy diferente y la película no es esta. Yo no quiero ser una mujer así, que traiga al mundo para cerrar el corazón y las puertas de casa cuando las limitaciones y los errores de mi hijo aparezcan. Yo quiero ser una mujer que construya la base sólida, mental y afectiva de mi hijo.
Sí, necesitamos todavía el día del Orgullo. Queremos decirlo alto y seguir dándonos abrazos. Para que cuando mi hijo llegue bien lejos y hasta la luna, sus madres le puedan llevar el tupper de comida a la base espacial. Necesitamos que las madres sean reconocidas. Este invierno partió a los brazos de la Diosa una gran mujer a la que muchos llevamos por bandera. Una increíble persona que dejó hijos e hijas espirituales que mantienen viva su imagen y principios. Hoy nos hace más falta que nunca un día así, por las escritoras cuyos hijos eran sus ideas y su tinta recorriendo el papel.
Feliz día del orgullo hoy, cuando elijo ser la mujer que quiero y no la que me han impuesto.
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