Y salimos una noche a un local de ambiente, uno de esos lugares en los que no tienes que buscar una calle vacía para darle un beso a tu pareja. 100 % libre de nazis. Bailamos como siempre nos hubiera gustado en cualquier pub normal, con carantoñas y demás. La música alta y las bebida hace que aunque estés disfrutando de la noche de marcha quieras volver pronto a casa, pero esa es la gracia. Fingimos no conocernos un rato, me siento sobre la barra y entre risas, ponemos en práctica el juego del cortejo lésbico en un pub de ambiente. Bebemos un par de cervezas, nos echamos un par de copas en el cuerpo y reímos sin parar. "¿Vienes mucho por aquí?", "No mucho, la verdad, es mi primera vez". "Y ¿Fumas?", "No, la verdad es que no." "Pues ya me he quedado sin excusa para ligar contigo". Algunas somos más originales que otras, aunque realmente hay de todo. Nunca tuve la oportunidad de probar el salir una noche y hacer un estudio, pero lo cierto es que llevo algunos años observando al género masculino haciendo alarde de su propia inventiva y originalidad para que acabes en la parte de atrás de su coche o en su casa.
Después de un día de trabajo y cansancio, aún me quedaba chispa en los ojos para ella. Cuando de pronto se nos acerca un hombre a preguntar por ella "¿Vienes mucho por aquí?" (mi mente veloz responde es su fuero interno, "si vengo mucho por aquí, créeme, que no me interesas TÚ"). Pero decido ir al baño y esperar que Ella se quite al pesado de encima y cuál es mi sorpresa cuando de vuelva a la barra el señor sigue intentándolo. Luego asalta a mi novia a preguntas acerca de si estoy sola. "No, hombre, no. ¿No has visto cómo le comía la boca ahí detrás?" dices mientras señalas la zona de baile. Eso debería haber espantado a cualquier pesado de turno de noche y de barra, pero no, éste es más insistente. Me asombro ante su esperanza y su paciencia. Pues aunque le hemos soltado varias contestaciones directas no, directísimas (del tipo de "no, verás, no tienes tetas, así que no nos interesas"), se pone a divagar acerca de lo bonitas que son las mujeres. "Si a mi también me gustan, yo os entiendo". Y él sigue con su tesis doctoral etílica acerca de las féminas y aunque nos pongamos feminazis no se va. Insiste, las dos somos muy guapas, dice. Y entonces llega el gran momento de la noche: "¿Pero cómo sabéis que no os gustan los hombres si no los habéis probado?"
Nuestras caras son un poema al escuchar tal estereotipado comentario. Mi novia saca la foto de nuestro hijo de la cartera y le explica que no es un milagro de la ciencia. Le explicamos que ambas tenemos un laaargo pasado hetero. Y entonces llega el segundo momento grande de la noche, cuando me mira a la cara y afirma con mucha convicción: "Tú lo que necesitas es una buena...". Me llevan los mil demonios y pienso en qué panacea se estará perdiendo la humanidad, si todos los problemas de sexualidad se resolvieran con el miembro viril de este espécimen (además calvo) de la naturaleza. Nunca pensé que viviría este momento, donde resolverían para siempre, y curarían mi enfermedad de bollerismo con un simple pene. Me cogí a mi chica de la mano a continuar con nuestra noche, pero realmente lo que me hubiera gustado hacer es llamar a toda mi familia, esta que ha decidido que estoy enferma, y ponerla en contacto con un hombre que es tan inteligente que se va a ligar con mujeres a un pub para lesbianas y decirles que ya hemos encontrado la cura. Semejante facilidad para resolver el problema y yo que había estado tan ciega durante todos estos años... ahí estaba él, ofreciéndose gentilmente y yo tan estúpida.
Así que, desgraciadamente, aunque estas generosas personas escasean, yo tuve la suerte de encontrarme con él para ayudarme a escribir una de esas miles de situaciones absolutamente estereotipadas para contárosla aquí, en la manzana. Espero que al menos hayáis pasado un buen rato... :) y recordad, "toda lesbiana necesita un buen pene para seguir viviendo...al menos si se quiere curar".
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