Hace un tiempo hice una especie de concurso por facebook y mi querido amigo Sergio ganó una entrada en este blog. Como podéis comprobar, hace mucho tiempo que no actualizo, de veras, mi vida es a veces un poco surrealista, me gustaría hablar de ello alguna vez, pero como el contenido del blog pide otros temas, vamos a dejar esto para otros lugares. Así que, voy a publicar esta entrada con la promesa para Sergio de que seguirá la suya :P
Son las siete de la tarde, he salido no hace mucho de mi última clase y el sol de la tarde se escapa entre las copas de los árboles del centro de la ciudad. Como siempre, llega tarde, para hacerse el interesante, aunque sé que se muere por verme después de tantos años. Un par de conversaciones telefónicas anuales han mantenido un pequeño hilo que nos hace recordar que en el pasado nos quisimos, aunque ahora mismo quede simplemente una amistad. Mi ex se sienta en la terraza de la cafetería donde yo misma estoy tomando mi capuccino. Está un poco más mayor, han pasado como ¿cinco años? no sé, pero su cara es tal como la recordaba, si bien tiene un semblante más serio, parece como si la vida le hubiera pintado alguna que otra línea de expresión, alguna canita que ya asoma por sus sienes...
-Hola, princesa-Comenta él, con el mismo tono de caballero andante que quiere protegerme de todo mal.
-Hola ¿qué tal?-le devuelvo el saludo y dos besos. Sonríe.
Siempre ese afán de proteger a la muñequita desvalida, de ponerla en una cajita de nácar y plata. Todos los chicos, uno a uno, repitiendo patrón. Quizás es que me ven inocente, que si, realmente lo soy. Quizás me vean pequeña, que en cierto modo, así es. O puede que simplemente sea algún tema de feromonas, pero de todos modos, nunca hasta ahora me habían contemplado en mi faceta de lo que también soy: una mujer. Lo que nadie entendió es que para buscar a la princesa, primero hay que amar a la mujer.
Una nube de recuerdos viene a mi mente, cuando Alberto pronuncia la palabra "princesa" y la veo a ella, salvándome de los dragones del retiro. Porque soy una princesa moderna, claro. Su manos siempre firmes, como mi apoyo y mi tierra sobre la que caminar. Así que aún ahora, no puedo evitar poner caras raras ante el "princesa" de Alberto. Pide su fanta de naranja. Él siempre tan sanito, bueno, las emociones fuertes no son lo suyo, ¿qué le vamos a hacer? Veremos cómo se toma la nueva noticia.
-Bueno, Alberto, ¿qué es de tu vida? -pregunto cuando el camarero le trae su bebida.
-Ya ves, pues como siempre, el trabajo y mi chica, sin muchos cambios.
Me hace un resumen de su última pelea con su chica, de s última pelea con su jefe, de su último problema con su padre. Bueno, las cosas no han cambiado tanto, por lo menos por su parte. Comienzo a hablar:
-Por mi parte, las cosas han cambiado bastante.
-¿Sigues con el chico aquel?
-Verás, ya no -digo con bastante seriedad
-¿Por qué? No era muy detallista ¿no?
-Bueno, ese no es el caso, ahora estoy con otra persona. Me hace muy feliz, ha sucedido todo muy rápido, pero la verdad es que estoy muy enamorada
-Será un buen chico ¿no? se portará bien contigo, espero
-Es una buena "chica". Y sí, se porta bien conmigo -respondo con calma
A medida que pasan los segundo, la cara de Alberto se va quedando inmóvil. El semblante palidece. Cuando por fin mueve los labios consigue articular alguna palabra. No entiendo por qué el trauma de algunas personas al decir que mi pareja es una chica.
-Pero no sabía que te gustaran esas cosas.
-No, generalmente me gustan los seres humanos, todavía no he probado a tener nada con animales o muebles. Soy así de sencilla, ya ves. -Alberto ya está acostumbrado a mi sentido del humor, así que levanta una ceja y me mira de nuevo, buscando alguna explicación
-Shei, ya sabes a qué me refiero.
-Descuida, si mis preferencias cambian, te mantendré informado. Por si quieres ayudarme a buscarme un buen piano de cola que meter en la cama. Debe ser toda una experiencia
-Shei... -repite mientras recuerda mis bromas y se ríe de nuevo
-Si, pues también me gustan las chicas. Me gustan desde siempre, pero no había aparecido la adecuada, o no me di cuenta mientras salíamos, tenía diecisiete años, tampoco era momento de pensarlo. -digo con una sonrisa más calmada en la cara.
-Ah, si a mi me parece muy bien, yo todo eso lo tolero.
Por momentos mi expresión cambia y Alberto debe notarlo, pero él, con toda su buena voluntad, me dice que lo tolera. Oye, pues es un alivio, que tu ex tolere a las lesbianas y bisexuales. Creo que ahora, tanto yo, como mi chica, dormiremos más tranquilas. Realmente es toda una bendición que Alberto lo tolere, claro. Si por cada ex en el mundo que tolera a una lesbiana y su pareja tiene derecho a existir una relación entre las dos, estamos salvadas. Hay todo un mundo de ex ahí fuera, que necesitan conocer la noticia para dar su aprobación. De hecho, me parece la actitud más acertada, tolerarnos. Que estas cosas le parezcan bien a gente heterosexual y tradicional como él. Me alegra que la sociedad haya impuesto este chip en la gente, que gracias a los dioses, nos da derecho a existir.
Trato de calmarme, realmente no quiero discutir, el pobre no sabe hacerlo mejor. De hecho hasta estoy agradecida en cierto modo por el apoyo en la relación. Pero como último consejo, voy pensando de camino a casa, cuando ya hemos pagado la cuenta y Alberto ya se pierde por la puerta del autobús, amigos de la Manzana de Eva, si alguna chica os confiesa que mantiene una relación con otra, lo más sensato y lógico es decir eso de "no, no, si yo eso lo tolero". Eso nos dará derecho a seguir existiendo.
Me suena ese ''yo todo eso lo tolero'' como el que dice que no es racista y lo es profundamente pero queda bien decirlo. Un saludo, adeuu.
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