Tanit Una mañana te levantas con un nombre ancestral en la mente. No sabes quién lo puso ahí. Estaba tan dormido que apenas recordaba como se sentía en mi garganta. Sonaba profundo y misterioso, como el eco lejano de un sueño que fue, la duermevela de la poetisa en trance, que renace a sus melodías lejanas. El humo del incienso trepa por las paredes de cualquier habitación de muebles contemporáneos. Ya no hay un altar de piedra, esas guardianas de los misterios, que sostienen el espacio sagrado. Aquellas piedras por las que murieron tantas. Y otras tantas que estarían dispuestas a morir, golpe a golpe. Mi mesa de escritorio se llena de ofrendas, de forma improvisada, velas, grano, flores. Versos de evocación fluyen entre mis labios. De un verde intenso. Mis manos tiemblan cuando las alzo hacia el cielo para recibirte en mi altar. Tu nombre, profundo y antiguo se manifiesta en mí, vibra en mi garganta. Me permito llamarte y dejo tu nombre envolviendo la habitación. Señora de...