La primavera florecía entre los árboles del paseo universitario, el polen entraba en los corazones revolucionados de profesores y alumnos de forma furtiva, enloqueciéndonos a todos con esa chispa que solo el preverano es capaz de despertar. Las ventanas estaban recubiertas con esas celosías de cemento que todos los filólogos y periodistas valencianos conocen. Y yo me encontraba en una de esas tediosas clases que bien saben los Dioses, por qué solo a mi me interesaba la hermeneútica y el círculo lingüístico de Praga. Escuchaba al profesor de Teoría de la Literatura, famoso en todo el Campus por su forma de desviarse del temario con tórridas aventuras y desventuras de su juventud. Así me encontraba cuando J.L. Halcó comenzó con su aleatorio "a mi me pone María Teresa Campos... tiene un puntito sado que me encanta..." pasando por su "pues yo me saqué el carné de conducir solo para salir a ver las estrellas con mis ligues..." y un "copien ustedes el siguiente ...