Amaneció un ocho de Marzo algo gris. La tentación de unirme a la huelga y no ir a la oficina fue tentadora. Pero a medida que el día avanzaba, el día Internacional de la Mujer se convertía en algo más diverso, más multicolor y difuso. El Sol pintó la oficina hacia el mediodía y algunos compañeros de trabajo aparecieron con tulipanes para todas las mujeres. Algunas han dibujaron una sonrisa y otras continuaron con lo que estaban haciendo sin darle mucha importancia al gesto. El debate está abierto, como cada año. Que si el día de las mujeres son todos los días. Que si eso es un invento de cuatro feminazis-quemasujetadores. Que si para qué celebramos ésto, si mañana todo será igual. ¡Oh! y éste año he escuchado la novedad de "¿y para cuándo un día Internacional del Hombre?". La que más me ha gustado ha sido la reflexión de mi manager: "tu hijo celebra doble día de la madre y de la mujer con dos mamás en casa, debe pasarlo bien y ser divertido."
Hoy quiero recordar que aunque nos cubran con una falda de flores y nos llenen el escritorio de cajas de bombones, el Día Internacional de la Mujer se celebra por la muerte de unas pocas que por desgracia representan a muchas. Se celebran a aquellas anónimas que llamaron la atención del mundo para que nosotras, hoy en día estemos bien sentadas en nuestros escritorios, recibiendo un salario digno. El Ocho de Marzo nos hace soñar con barcos impulsados por vientos de libertad, con descubrir a la hechicera que llevamos dentro, a la madre, a la guerrera. A la que responde y no se calla ante las injusticias y no contenta con eso, llega a casa y prepara la cena y baña a los niños con una sonrisa. Éste año las calles de Madrid, Valencia, Salamanca, Granada y otras muchas ciudades se han llenado de la marea violeta. Éste año han circulado las reivindicativas, las abuelas, las madres, las brujas y cómo no, también las feminazis, motivo de burla para much@s y motor del cambio para otro@s.
Éste Ocho de Marzo quiero escribirle a la mujer que mas me ha inspirado en la vida, además de mi madre, claro está. En uno de mis delirios quiero imaginar que llevo a una Virginia, enfadada porque no le dejaban entrar en la biblioteca, de la mano a la manifestación de las mujeres. En mi tarde con ella sueño por llevarla a la biblioteca nacional y enseñarle que además de que las mujeres pueden pasar allí las horas que deseen, tenemos bibliotecarias. Me gustaría llevarla a pasear por cualquier oficina y decirle que quizás las cosas no son todavía perfectas en el mundo competitivo que nos ha tocado vivir, pero tenemos a cargo de multinacionales. Imagino que no le importaría mucho y se interesaría por círculos más intelectuales, a lo que la llevaría a una de las clases de mis profesoras preferidas de la Universidad de Filología. Seguramente pensaría que es más útil regalar libros en lugar de flores. Y si le enseñara publicidad o películas donde las mujeres siguen siendo objetos comestibles, me diría que al menos antes se llevaba más ropa, con lo que se podía tener una conversación más interesante sin distraer los ojos de los implicados.
Y le cuento a Virginia, que Orlando es la bandera del género lésbico y sus líneas han inspirado a miles de mujeres (y también hombres). Le diría que Clarissa Dalloway ya no tiene que preparar un baile sino que puede pasar de su marido y vivir feliz y hasta casarse con Sally Seton. Nadie dijo que el camino fuera fácil, pero Virginia comenzó reclamando su propia habitación. Un lugar donde soñar despierta y ponerse a la vanguardia de las letras o el arte.
Tenemos suerte de que mujeres como las del Ocho de Marzo lucharan en sus puestos de trabajo para que hoy en día podamos ser las voces libres que llamen a las Diosas en los campos y frente al mar. Y podemos decir que las mujeres han escrito la historia de nuestros días, aunque hayan estado silenciadas. Grandes pensadoras, escritoras, científicas como María Curie, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro, Adela Cortina, Starhawk, Mata Hari, Rosa de Luxemburgo... y la lista es interminable, querida Virginia, tú que te empeñaste en ver el mundo en femenino. Hoy nos atrevemos a no maquillarnos. O maquillarnos si nos da la gana y luchar porque todos los días sean Ocho de Marzo. Porque al margen de a quién le guste o no le guste éste día, celebramos que unas cuántas dieron a luz el moviento que cambió la posición actual de la mujer. Unas cuántas cambiaron sus vidas para que ahora las nuestras no sean como lo fueron las suyas. A éstas alturas, querida Virginia, que has conseguido la habitación propia, el título de escritora célebre y hasta el derecho a fugarte con Vita, si me apuras, no me importa a qué mujer le gusten las feminazis y las quema-sujetadores. Nos importa que gracias a ellas estamos bien. Votamos y decidimos, aunque a veces no nos quieran escuchar.
Éste Ocho de Marzo quiero escribirle a la mujer que mas me ha inspirado en la vida, además de mi madre, claro está. En uno de mis delirios quiero imaginar que llevo a una Virginia, enfadada porque no le dejaban entrar en la biblioteca, de la mano a la manifestación de las mujeres. En mi tarde con ella sueño por llevarla a la biblioteca nacional y enseñarle que además de que las mujeres pueden pasar allí las horas que deseen, tenemos bibliotecarias. Me gustaría llevarla a pasear por cualquier oficina y decirle que quizás las cosas no son todavía perfectas en el mundo competitivo que nos ha tocado vivir, pero tenemos a cargo de multinacionales. Imagino que no le importaría mucho y se interesaría por círculos más intelectuales, a lo que la llevaría a una de las clases de mis profesoras preferidas de la Universidad de Filología. Seguramente pensaría que es más útil regalar libros en lugar de flores. Y si le enseñara publicidad o películas donde las mujeres siguen siendo objetos comestibles, me diría que al menos antes se llevaba más ropa, con lo que se podía tener una conversación más interesante sin distraer los ojos de los implicados.
Y le cuento a Virginia, que Orlando es la bandera del género lésbico y sus líneas han inspirado a miles de mujeres (y también hombres). Le diría que Clarissa Dalloway ya no tiene que preparar un baile sino que puede pasar de su marido y vivir feliz y hasta casarse con Sally Seton. Nadie dijo que el camino fuera fácil, pero Virginia comenzó reclamando su propia habitación. Un lugar donde soñar despierta y ponerse a la vanguardia de las letras o el arte.
Tenemos suerte de que mujeres como las del Ocho de Marzo lucharan en sus puestos de trabajo para que hoy en día podamos ser las voces libres que llamen a las Diosas en los campos y frente al mar. Y podemos decir que las mujeres han escrito la historia de nuestros días, aunque hayan estado silenciadas. Grandes pensadoras, escritoras, científicas como María Curie, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro, Adela Cortina, Starhawk, Mata Hari, Rosa de Luxemburgo... y la lista es interminable, querida Virginia, tú que te empeñaste en ver el mundo en femenino. Hoy nos atrevemos a no maquillarnos. O maquillarnos si nos da la gana y luchar porque todos los días sean Ocho de Marzo. Porque al margen de a quién le guste o no le guste éste día, celebramos que unas cuántas dieron a luz el moviento que cambió la posición actual de la mujer. Unas cuántas cambiaron sus vidas para que ahora las nuestras no sean como lo fueron las suyas. A éstas alturas, querida Virginia, que has conseguido la habitación propia, el título de escritora célebre y hasta el derecho a fugarte con Vita, si me apuras, no me importa a qué mujer le gusten las feminazis y las quema-sujetadores. Nos importa que gracias a ellas estamos bien. Votamos y decidimos, aunque a veces no nos quieran escuchar.
Seguro que tu querida Virginia sonríe donde quiera que esté al leer esto. No puede ser de otra forma.
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