Se abre el telón y aparece una pequeña Sheikah de quince años hablando con una amiga. La pequeña Sheikah se sonroja, pues la amiga ha sonreído y ella no para de mirar sus labios embobada, con el vaivén de su conversación, de la que hace ya tiempo se ha perdido. Aquella noche duermen juntas y ninguna de las dos puede pegar ojo, Sheikah mira al techo y se pregunta por qué decidió fijarse en la forma de su cara y el aleteo de sus pestañas en lugar de los líos del tío que le gusta a su amiga. Hecha un lío, con un sentimiento de culpa y una pizca de auto repulsión por plantearse plantarle un beso y secarle las lágrimas su amiga y ya de paso salirse de lo establecido por la sociedad. ¿Qué ha pasado? ¿En qué momento se me escapó que me gustaban las chicas?
Diez años después, con mi mujer al lado viendo la tele, el niño acostado y metida en estas redes sociales, ya vamos haciendo entrar en razón a mi madre, que hasta nos ha invitado a comer a casa un par de veces...habla conmigo en un tono acalorado. Alardea de "lo bien que llevo lo tuyo" y me echa en cara varias cosas sin mucho sentido entre las cuales se queja de que no la informé nunca de mi interés por las mujeres. Con el cabreo del momento suelto el portátil y me levanto, con todo mi temperamento, hablándole al aire como si mi madre estuviera allí: "Sí claro! te tenía que haber informado de las primeras tetas en las que me fijé! haber llegado a casa y dar parte a las autoridades pertinentes!". Mi chica se queda alucinada y, conociendo el tema, me pregunta "¿qué te ha dicho tu madre?"
Si bien un adolescente nunca de por si informa de su despertar sexual, de la índole que sea, por contexto social, oye, que en algunas culturas hasta se celebra la menstruación y hasta la primera polución nocturna de un chico, pero lo miremos por donde lo miremos no es el caso de nuestra sociedad española post-franquista. ¿Cómo demonios va un adolescente a comentarle a sus padres que se ha interesado por una persona de su mismo sexo? y concretamente con mi madre, que por montar una cena en casa e invitar a unos amigos a dormir terminó gritando por el pasillo de casa como una histérica"¡Cama redonda! ¡Mi hija se ha montado una cama redonda!" ...sí, mamá, ya quisiera yo, si solo cenamos unas pizzas y vimos una película...anda que.
Sinceramente, no me imagino a mi hermano llegando a casa con la buena nueva a la hora de comer anunciándolo: "Madre, padre, hermana, me gustan las chicas, las miro y me parecen atractivas". Quizás ese hubiera sido mi momento de saltar "Y a mi también, lo confieso. Aunque he dedir que también me gustan algunos chicos...soy bisexual. Pero no os preocupéis que no soy una degenerada que se acuesta con todo lo que se menea" Si, amigos, eso sería lo correcto, anunciar la heterosexualidad, la homosexualidad, la pansexualidad y cualquier tipo de orentación mientras Angels Barceló nos habla del gobierno a la hora de comer. Y luego los deportes y el fútbol, para que todos estemos contentos después.
Pero volvamos al momento actual, en el que una invitación a comer a casa de tus padres debe ser agradecida como si la Merkel decidiera perdonarle la deuda a los países "pobres". Casi como un acto de caridad, donde le muestras a las vecinas lo bien que "llevo lo de mi hija". Cuando invitar a comer a tu hija debería ser un acto de acercamiento y cariño, un puente hacia la pareja de el ser que salió de ti. Pero no siempre es facil escoger el camino del amor y los bueno actos, aquellos sinceros. Realmente no importa, al final todos son iguales, tanto el ex que te dice que "lo tolera", como los amigos que te dicen "esto no lo entiendo", como el jefe de turno que te despide porque "tu rendimiento ha bajado desde que sabemos lo tuyo". Seguiremos trabajando por la igualdad, así que en mi próxima vida, tanto si salgo homosexual, como heterosexual, he decidido anunciarlo para evitarme problemas y dolores de cabeza futuros.
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